Hay que abrazar el dolor para dejarlo partir.
Para abandonarlo al pasado y no alimentarlo con lo que ya no fue.
Hay que abrazar quienes somos para comenzar a amarnos.
Para que seamos libres para expresarnos.
Hay que abrazar la vida para no tenerle rencor.
Para entender los motivos que nos invocó,
y poder elegir lo mejor.
Hay que abrazar a los demás para sentir el camino en el que van,
para no juzgarlos duramente en su actuar.
Hay que extender los brazos para amar y dejarnos amar.
Para sentir el mundo pequeño y no permitirnos renunciar.
Hay que abrazar lo desconocido, las dudas, los miedos,
para consolar lo que no podemos controlar y permitirlo estar.
Hay que abrazarnos más a menudo, más cercanos, más próximos,
más como solíamos.
Más como tú y yo.
Que a duras penas intentamos repararnos con un abrazo,
en el que siento que juntamos las piezas que se nos han ido desgastando,
y comenzamos de nuevo, abrazados.
Abrazados, para derribar barreras que nos tienen separados,
que crean espacios en los que no nos entendemos,
En el espacio donde ignoramos que todos erramos.
Por lo que cuando dudes, abrázame, para dulcificar lo que llevamos por dentro,
para sanar lo que pertenece al pasado.
Y sigamos extendiendo los brazos ante lo que la vida quiera darnos.
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