"Haz un instante inolvidable digno de ser insoportable."

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domingo, 8 de junio de 2014

Así somos.

Estábamos molestándonos y riéndonos de la verdad de quiénes somos con una confianza y sinceridad que no pude más que retorcerme de felicidad en el momento, porque no teníamos miedo de aceptar y burlarnos de cómo nos vemos el uno al otro, que me dieron más ganas de seguir jugando con él y sus reacciones. Entonces dejé de reírme abruptamente, maquinando mi plan. 
Me puse seria porque aunque quería exagerar la próxima afirmación que le diría, en el fondo de mi corazón aún temía por lo que fuese a responder.
Él entonces se sorprendió del cambio que vio en mi rostro, pero espero con paciencia ante mi cambio de humor.
No quise mirarlo a los ojos por miedo a descubrir la verdad y la trampa de mi propio juego. Me miré las manos y le susurré despacio, como si las palabras temiesen herirlo, para herirme a mí en el proceso. 
- Tú me odias, cierto? -le dije abruptamente, que pude saborear la amargura sobre mis labios. Quedó sorprendido ante mis palabras pero espero a que terminase de hablar-. Tu corazón es muy grande y bondadoso, pero en algún rincón de el, aunque pequeño, lo estas usando para odiarme -le susurré.
Entonces, me arme de valor y lo miré. Su mirada ya no era de sorpresa, sino suave, compasiva y llena de ternura.
Lo vi abrir sus labios despacio, como si las próximas palabras que fuera oír, fueran las últimas.  
- No -dijo, con una suavidad y firmeza en el sonido de sus palabras que parecía que me hubiese acariciado sin necesidad de contacto alguno-. Lo uso para quererte. 
Y me miró directamente a los ojos cuando termino la frase, que creí que se me escaparía el oxígeno de mis pulmones. Había caído en mi propio juego, que me mordí la lengua de pura vergüenza, él me ganó, otra vez. 
Había terminado siendo yo la sorprendida, le tenía aún menos confianza de lo que creía. Pobre, soy de lo peor. 
Sus palabras habían logrado calar profundamente en mi corazón llenándolo de calidez. 
Supe ahí con toda certeza, que él me veía. Podía leer con claridad quién era yo, con mis miedos e inseguridades. No sólo eso, el quería esa parte de mí, la quería proteger y cuidar. 
Me había conmovido hasta el último nervio de mi cuerpo, el último recoveco de mi mente y en la terminación de mi alma. 
Me veía y me quería igual. 
Al fin. Suspiré. Podíamos comenzar de nuevo, mucho mejor. Le tome la mano, y se la apreté con suavidad. 
- Lindo -le susurré-. Entonces tu corazón grande lo usas para quererme mucho? 
- Un poco nada más - me dijo seriamente. 
Seguía siendo él mismo, sonreí. 
- Ese corazón grande es todo para mí? -me burlé.
- Solo un poco -volvió a decir. 
Lo empujé, y se burló de mí, riéndose. Me reí también, lo abrace fuerte. 
Así lo quería, tal cual. 

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